La Biblia considera al hombre no en sí mismo sino en su relación con Dios. En este encuadre religioso se sitúan las ideas sobre el hombre y sus estructuras. El hombre de la Biblia es un ser viviente y jamás un ser compuesto de cuerpo y alma, al modo griego. El cuerpo es bueno. Está animado por el ALMA que es el cuerpo mismo en cuanto viviente. Alma es la vida de la persona y
se encuentra fundamentalmente en la sangre. Los judíos pensaban que la vida se encontraba en la SANGRE, por lo que la sangre se reservaba a Dios. Todo derramamiento criminal de sangre debe rechazarse y clama venganza. CORAZÓN es lo íntimo de la persona, lo más profundo del hombre: inteligencia, conciencia, conocimiento, intención, conducta, afectos. Al corazón se suelen unir los riñones, sede y fuente de las realidades ocultas y que sólo Dios escruta: planes, pasiones, reacciones. El NT continúa la misma línea. El hombre sigue siendo una unidad. El alma (psique) designa al hombre viviente. El espíritu (pneuma) indica al hombre como un ser espiritual, esclavizado por la carne (sarx). El hombre carnal es el hombre vendido al pecado. El hombre carnal se opone al hombre espiritual salvado por Cristo.
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