domingo, 7 de octubre de 2012

BAUTISMO



Del griego BAPTISMA = inmersión.

En lenguaje simbólico, la persona puede estar inmersa en el sufrimiento (Mc 10, 38; Lc 12, 50). La zambullida en el agua es símbolo de PURIFICACIÓN: al salir del agua, el bautizado es otra persona. Entre los judíos, como en otros pueblos, se practicaban baños que simbolizaban esta purificación. Juan Bautista añade un elemento nuevo: exige conversión (Lc
 3, 3-14). Aún cuando Jesús no necesitaba de conversión. Él pide el bautismo a Juan, en humilde solidaridad con los pecadores, que somos todos nosotros. Después de la Resurrección, Cristo ordena a la Iglesia que bautice en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, estableciendo, de esta manera, una relación muy especial con las Tres Personas (Mt 28, 18-20; véase un sentido semejante, con relación a Moisés en 1 Cor 10, 2). Esta relación con Dios implica una vida de conversión y de eliminación del pecado, una vida de fe. Sumergirse en las aguas del bautismo y salir de ellas es, pues, morir y resucitar con Cristo (Rom 6, 3 y ss; Col 2, 20 - 3, 4). Esto es obra del Espíritu Santo (Mt 3, 11; Hech 1, 5).

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