domingo, 7 de octubre de 2012

BRUJERÍA




Naturaleza e historia

Es difícil distinguir claramente entre brujería, hechicería y magia... Estas prácticas utilizan medios ocultos (fuera de la revelación dada por Dios) para producir efectos mas allá de los poderes naturales del hombre. La brujería se adapta a los tiempos modernos y abunda aun en los libros populares para niños. Ver: Harry Potter
Nos escriben: "La brujería no es mala. En ella realmente no hay dioses o demonios ya que esos son solo conceptos de la religión católica aplicados a la brujería. Además, la brujería no tiene nada que ver con el satanismo. Cuando se confunde con este es generalmente por dos razones: 

1 El satanismo utiliza, aunque invertido, el pentagrama de la brujería, para sacrificios humanos y de animales. En la brujería este pentagrama solo significa el equilibrio entre el agua, el fuego, la tierra, el aire y el espíritu del ser humano.
2 En la antigüedad se llamaron brujas o brujos a todos aquellos que renegaban de la fe Católica. 
Simplemente son creencias de cada quien y respeto su opinión. 

RESPUESTA:
Padre Jordi Rivero

Es un error intentar imponer la fe. En algunos lugares y en diferentes épocas eso ocurrió por parte de todas las confesiones importantes. El Papa pidió perdón por los católicos. ¿Alguien mas ha pedido perdón? En la actualidad se cae con frecuencia en otro error: el relativismo; según el cual nada es bueno ni malo sino que todo depende de la opinión de cada cual. Esta posición evita discusiones pero evita también la posibilidad de crecer en el conocimiento de la verdad. ¿Es lo mismo creer en Dios que no creer?, ¿La verdad, importa?
Si los brujos no creen en el diablo según lo conoce la revelación cristiana, no por eso dejan de recurrir a el ya que la brujería implica por lo menos una búsqueda de la intervención de espíritus. Quien abre la puerta a los malos espíritus queda involucrado con ellos. La brujería implica la creencia en una realidad invisible a la que el practicante queda atado. Las Sagradas Escrituras y los Padres enseñan que se trata de una entidad diabólica (Dt 18,12). Con frecuencia he orado por personas que han sido víctimas de "trabajos" de brujería. 
El rechazo a la brujería no comienza con la Iglesia Católica. Como podrá ver en este artículo, la condena ya existía en el Antiguo Testamento. También el Imperio Romano penalizaba ciertas actividades de la brujería con la pena de muerte.

¿Por qué se recurre a la brujería?

La ayuda que ofrece la brujería se busca por diferentes razones. Las principales son: Para hacer daño a quien se odia; para atraer la pasión amorosa de alguien; para invocar a los muertos; para suscitar calamidades o impotencia contra enemigos, rivales u opresores reales o imaginarios; para resolver un problema se ha convertido en obsesión y ya no importa por que medio se resuelve.

Prácticas de los Brujos

La brujería data desde los tiempos de la antigua Mesopotamia y Egipto. Así se demuestra la Biblia al igual que en otros antiguos escritos como el Código de Hammurabi (2000 a.C.).

No todos los brujos siguen las mismas prácticas Pero no es extraño que el brujo haga un pacto con espíritus, abjure a Cristo y los Sacramentos, haga rituales como parodias de la Santa Misa o de los oficios de la Iglesia, adoren al Príncipe de las Tinieblas y participan en aquelarres (reuniones de brujos donde hacen sus maledicencias). La brujería está relacionada con el satanismo.

En brujería y en la magia hay elementos comunes:

1-La realización de rituales o de gestos simbólicos.
2- El uso de sustancias y objetos materiales que tienen significado simbólico.
3- Pronunciamiento de un hechizo.
4- Una condición prescrita del que efectúa el rito.
La brujería consta de rituales para hacer sus hechizos (ejercer un maleficio o atadura sobre alguien), algunos de los cuales requieren hierbas particulares. También hay palabras de conjuro o hechizo que pueden ser escritas para obtener un mayor poder. Quién realiza el rito debe desear su propósito con todas sus fuerzas para obtener mayores efectos y algunas veces debe ayunar por 24 horas antes de realizar el rito para purificar el cuerpo.

¿Es real el poder de la brujería?

Puede ser real, pero en muchos casos puede ser también sugestión de la mente, es decir pura mentira. En ambos casos está actuando el demonio, príncipe de la mentira.
La Biblia, la enseñanza de los Padres de la Iglesia y la tradición no dejan lugar a dudas sobre el hecho que los seres humanos tienen la libertad para pactar con el diablo el cual tiene influencia en la tierra y en las actividades humanas. Por otro lado algunos Padres como San Jerónimo, pensaban que en muchos casos la brujería es sugestión de la mente. 

La Biblia condena la brujería y la hechicería, no como falsas o fraudulentas, sino por ser una abominación: "A la hechicera no la dejarás con vida" (Exodo 22,18; Ver también Deuteronomio 18,11-12). La narrativa de la visita del rey Saúl a la hechicera de Endor (I Reyes 28) demuestra que su evocación de Samuel fue real y tuvo efecto. En Levítico 20,27 se lee: "El hombre o la mujer en que haya espíritu de nigromante o adivino, morirá sin remedio: los lapidarán. Caerá su sangre sobre ellos". Está claro que en estos casos se trata de un espíritu adivino.

El Pueblo de Israel, en muchas ocasiones, se tornó a la práctica de la adivinación y a la consulta de brujos, yendo así en contra de los mandatos de Dios. (Ez 13:18-19; 2 Cron 33:6; Jer 27:9...).

El Antiguo Testamento muestra claramente como los Israelitas y sus vecinos paganos estaban conscientes de la brujería y la magia. En el libro de Éxodo 7:11 leemos que el Faraón: "llamó a todos los sabios y adivinos. Y ellos también, los magos de Egipto, hicieron las mismas cosas (que Moisés) por medio de sus artes secretas".
El Primer Mandamiento condena la brujería, la magia y todo tipo de adivinación: "Yo Soy el señor tu Dios...no tendrás dioses extraños delante de mi" (Ex 20:2-3). 
El Nuevo Testamento igualmente condena la brujería como una realidad perversa: (Gálatas 5,20; 13,6; Apocalipsis 21,8; 22,15). El mago Simón era practicante de la magia pero le dio envidia de los Apóstoles al ver que la gente recibía el Espíritu Santo cuando ellos imponían las manos. Ofreció dinero a los Apóstoles para que le enseñaran como hacer esto y Pedro le contestó: "...tú corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete , pues, de esa tu maldad..." (Hechos 8:9-22).
La brujería opera con poder satánico (dado por Satanás). Se trata de los poderes que oprimen a los hombres y que Jesucristo confrontó hasta morir y resucitar para librarnos de ellos. Su victoria no nos evita la lucha contra el maligno sino que nos da la fuerza para vencerlo si tenemos fe.

Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. Efesios 6:12
Debemos evitar tanto el exagerar como el minimizar el poder de Satanás. En una guerra es esencial conocer las fuerzas contrarias y saber como vencerlas. Satanás tiene poder para tentar y asediar a los fieles, pero su poder no es comparable al de Dios Todopoderoso. Satanás puede causar persecuciones y hasta el martirio de los fieles. La victoria de los santos no está en vivir sin pruebas sino en vencerlas manteniéndose fieles a Dios.
El demonio existe y entra en relación con aquellos que lo buscan. Como recompensa a quién le ofrece culto, el demonio otorga poderes preternaturales para obtener poder, fama, dinero, influencia, es decir las cosas que desea la carne. Por medio de la brujería se puede llegar a lograr el éxito en el mundo profesional ya sea como artista, profesional, militar, político, etc. Estas personas pueden parecer muy atractivas y tener un gran don de ganarse a la gente hasta el punto de atraer grandes multitudes y convertirse en dioses para sus admiradores los cuales son capaces de hacer hasta lo irrazonable por sus ellos. Los poderes del mal pueden cegar las mentes y fanatizarlas portentosamente. La brujería no es mera superstición. El demonio ciertamente arrastra hacia su reino del mal a los que se involucran en ella y a sus aduladores. Si no hay arrepentimiento y conversión, el final será el infierno.

Qué hacer contra las brujerías

Al enterarse de que alguien le está haciendo un "trabajo" de brujería, muchas personas tienen miedo. Esto es lo que el quiere ya que por el miedo puede dominarnos. Debemos recordar que el demonio nada puede contra los que son fieles a Dios. Nuestro Padre Celestial es Todopoderoso y nos ama. El demonio sólo puede con aquellos que no confían en Dios y por falta de fe están espiritualmente débiles o muertos. Son como pollitos que se han alejado de la protección de la gallina y se exponen al gavilán. Por eso Jesús nos dice:

¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido! Mateo 23:37

Quién está amenazado por brujerías que recurra al Señor por protección y no tema. Debe poner en Dios toda su confianza y practicar su fe, no por miedo a la brujería sino por convicción: acercarse a los sacramentos, la oración personal y pedir a los hermanos que oren por él. La gracia del Señor jamás faltará a quién la busque.
Jamás debemos ir a otro brujo para "defendernos". Eso sería caer en la trampa del demonio haciendo lo que él quiere: que desconfiemos de Dios para que recurramos a él.

Muchas veces las personas recurren a la brujería en momentos de desesperación, cuando creen que es el último recurso que les queda. En esos momento vulnerables alguien les ofrece la brujería como una solución fácil. Como católicos jamás recurrimos a ningún medio espiritual fuera de Dios. Cuando pedimos la intercesión de los santos, por ejemplo, no buscamos una vía alterna sino que buscamos su ayuda tan solo y precisamente para mantenernos fieles al Señor como ellos lo hicieron. Hay dos familias: la de Dios y la del demonio. Cada uno recurre a los miembros de la suya. Pidamos a Dios que prefiramos morir antes de buscar algo del demonio.

Fantasías en torno a la brujería

Aunque es cierto que en la brujería hay acción diabólica, la gente ignorante y supersticiosa ha creado muchísimas fábulas y supersticiones: Brujas que vuelan sobre una escoba, encantaciones que transforman a la víctima en un sapo... Estas fantasías no son causadas por la religión, sino al contrario, ocurren por faltar la auténtica fe.

En el trabajo "De ecclesiasticis disciplinis" atribuido a Regino de Prum (906 d.C.), en la sección 364, critica a "ciertas mujeres" que "seducidas por ilusiones y fantasmas de demonios, creen y abiertamente profesan que en plena noche ellas viajan sobre ciertas bestias junto con la diosa pagana Diana y una cantidad innumerable de mujeres, y que en estas horas de silencio vuelan sobre vastas expansiones de terreno y la obedecen como señora..." Regio se lamenta que ellas llevan a esas fantasías y por lo tanto al paganismo a mucha gente (innumera multitudo). Concluye que es "el deber de los sacerdotes enseñar a la gente que estas cosas son absolutamente falsas... implantadas por el maligno"

Falsas acusaciones y crueldades contra presuntos brujos y brujas.

Lamentablemente no siempre se siguió el consejo de Regino de Prum. La brujería se convirtió en escape para culpar de cualquier cosa, hasta desastres naturales y epidemias. Pero existieron otras razones, entre ellas el poder y el interés de crear causa contra enemigos. El resultado fue la persecución y "caza de brujas" en que se enjuiciaron y condenaron a muerte injustamente a muchas personas, casi siempre las más indefensas. Quizás el caso más famoso es el de Santa Juana de Arco quién, acusada de bruja, murió quemada. Nos sirve para elucidar los intereses de poder, venganza y maldad que daban lugar a las persecuciones de brujas.

La persecución de las brujas comienza con el poder secular. El Imperio Romano, en el siglo III, castigaba con la pena de la hoguera a los que causaran la muerte de alguien con sus encantamientos (Julius Paulus, "Sent.", V, 23, 17). En el siglo IV, la legislación eclesiástica quiso atenuar la severidad del estado. El Concilio de Elvira (306), Canon 6, rehusó el Viáticum a aquellos que matasen con una encantación (per maleficium) y añade que tal crimen no podía efectuarse "sin idolatría", ya que el culto al demonio es idolatría. El canon 24 del Concilio de Ancyra (314) impuso cinco años de penitencia a los que consulten magos. Penas similares fueron establecidas por el concilio oriental en Trullo (692).
En los primeros trece siglos de la era cristiana no se dieron por lo general las crueles persecuciones y cazas de hechiceros que aparecieron más tarde. Mientras el estado permitía la tortura contra los hechiceros, el Papa Nicolás I (d.C. 866) la prohibió. Una ordenanza similar aparece en los Decretos Pseudo-Isidoros. Pero la Iglesia no pudo eliminar la tortura y otros abusos que están arraigados en el corazón del hombre. Llevar el nombre de cristiano no es suficiente para comportarse como tal.
En muchas ocasiones el clero habló con autoridad para evitar las acusaciones fanáticas y abusivas. Entre ellos San Agobardo, arzobispo de Lyon (m. 841) quien escribió "Contra insulsam vulgi opinionem de grandine et tonitruis" (contra las necias creencias de la gente sobre el granizo y el rayo) (P.L., CIV, 147). El Papa Gregorio VII en 1080 escribió al Rey Harold de Dinamarca prohibiendo que las brujas fueran sentenciadas a muerte.

La Inquisición

En la segunda mitad del siglo XIII, la recién instituida Inquisición Papal comenzó a imponer cargos de hechicería. Alejandro IV, ordenó (1258) que los inquisidores debían limitar sus intervenciones a casos con alguna clara presunción de creencias heréticas (manifeste haeresim saparent). Pero como la brujería, con sus prácticas diabólicas, está muy ligada a la herejía, la persecución de brujas no se evitó.
En Toulouse, sede de la herejía de los Cátaros, fue donde en 1275 se dio el primer caso conocido de una bruja llevada a la hoguera por la sentencia jurídica de un inquisitor (Hugues de Baniol Cauzons, "La Magic", II, 217). La mujer "confesó" haber dado a luz a un monstruo, producto de su relación carnal con espíritus malignos, y haberlo alimentado con carne de infantes que se procuraba en expediciones nocturnas. La posibilidad de relaciones carnales entre seres humanos y demonios era aceptada por algunos grandes teólogos como Santo Tomás y San Buenaventura, sin embargo en la Iglesia prevalecía el sentir contrario. Un testigo poco amistoso con la Iglesia, Riezler (Hexenprozesse en Bayern, p. 32) reconoce que "entre los representantes oficiales de la Iglesia, esta tendencia más saludable prevaleció hasta los umbrales de la epidemia del juicio de brujas, o sea, hasta avanzado el siglo XVI". En el Sínodo Provincial de Salzburgo de 1569 (Dalham, "Concillia Salisburgensia", p. 372), hubo una fuerte tendencia a prevenir la imposición de la pena de muerte en acusaciones de brujería, insistiendo que estas son ilusiones diabólicas.

Pero no hay duda de que en el siglo XIV algunas constituciones papales de Juan XXII y Benedicto XII (cf. Hansen, "Quellen und Untersuchungen", pp. 2-15) impulsaron a los inquisidores a realizar enjuiciamientos por brujería y otras prácticas mágicas, especialmente en el sur de Francia. En un juicio a gran escala en Toulouse en 1334, en el que se procesaron a 63 personas por ofensas de este tipo, 8 fueron entregadas al poder secular para ser quemadas. El resto fueron a prisión de por vida o con largas sentencias. Dos de las condenadas, ambas mujeres mayores, después de ser torturadas, confesaron haber asistido a un aquelarre de brujas, haber allí adorado al demonio y ser culpables de indecencias con él y otras personas presentes, y haber comido carne de infantes. (Hansen, "Zauberwahn", 315; y "Quellen und Untersuchungen", 451). En 1324 Petronilla de Midia fue quemada en Irlanda por recomendación de Richard, Obispo de Ossory. Durante este período, las cortes seculares acusaban y enjuiciaban por brujería con igual o mayor severidad que los tribunales eclesiásticos. Se usaba la tortura y la hoguera.

No se conoce qué enjuiciamientos de este tipo se llevaron a cabo en Alemania por inquisitores papales durante los siglos XIII y XIV. Alrededor del año 1400 encontramos muchos enjuiciamientos de brujas en Berna, Suiza, a manos de Pedro de Gruyères, que, a pesar de lo que dice Riezler, era sin lugar a dudas un juez secular (Hansen, "Quellen, etc.", 91 n.). También jueces seculares en Valais (1428-1434) mataron 200 brujas; y en Briancon en 1437 más de 150. Las víctimas de los inquisitores -ej. en Heidelberg en 1447 o Savoya en 1462- parecen no haber sido tan numerosas.
Algunos escritores han pensado que la bula "Summis desiderantes affectibus", del Papa Inocencio VIII (1484), fue responsable por la fiebre contra las brujas. Esto no es cierto ya que las campañas anti-brujas preceden a esta bula, la cual no contiene nada nuevo. Su efecto fue más bien el de ratificar el poder ya conferido a los inquisitores Enrique Institoris y Santiago Sprenger, para tratar con crímenes de brujería y herejía y pedir al Obispo de Estrasburgo que apoye a los inquisitores. Esta bula papal, sin embargo, no pronuncia ninguna decisión dogmática. Quizás el libro "Malleus Maleficarum" (el martillo de las brujas), publicado unos dos años después por los mismos inquisitores, fue el que más incitó al enjuiciamiento de brujas. Pero los enjuiciamientos de brujas en los siglos XVI y XVII fueron en su mayoría hechos por el poder secular.

La Reforma Protestante ante la caza de brujas.
Lucero, Calvino y sus seguidores acentuaron la creencia popular en el poder del demonio en la brujería y otras prácticas mágicas. Lutero, basado en su interpretación del mandamiento bíblico, abogó por la exterminación de las brujas. "La Historia del Pueblo Alemán" de Janssen, argumenta con muchas pruebas (capítulos IV y V, del último volumen -vol. XVI de la edición inglesa), que una gran responsabilidad por la caza de brujas recae en los Reformadores.

El código penal conocido como "Carolina" (1532), decretó que la hechicería debe ser tratada como una ofensa criminal en el imperio Alemán, y si causó daño a alguna persona la bruja debía ser quemada. Hubo mayor actividad de cacería de brujas en los distritos protestantes de Alemania que en las provincias católicas. Ejemplos de ello son Osnabruck y Wolfenbuttenl. En Osnabruck, en 1583, se quemaron 121 personas en tres meses. En Wolfenbuttenl en 1593 se llegaron a quemar hasta diez brujas en un día. Pero hasta el 1563 no se hizo una resistencia eficaz a la persecución, y fue a través de un protestante de Cleues, Juan Weyer. Se le unieron las protestas de Ewich y Witekind.
En el debate sobre las brujas había católicos y protestantes en ambos lados. Quizás la protesta más efectiva contra la caza de brujas fue la del jesuita Friedrich von Spee, quién en 1631 publicó "Cautio criminalis".

La persecución ocurrió en muchos países

La persecución de brujas se extendió por muchos países. En el siglo XVI los tribunales seculares en Roma llevaron a cabo enjuiciamientos. En Inglaterra y Escocia también hubo persecuciones pero no hay cifras precisas sobre las ejecuciones. Según escribió Howell en 1648, sólo en Essex y Suffolk hubo cerca de 300 brujas procesadas en dos años, la mayoría ejecutadas. 
El Papa Gregorio XV, en su constitución "omnipotentis" (1623), recomendó un procedimiento más clemente y en 1657 una instrucción de la inquisición amonestó con eficacia la crueldad de las persecuciones. Al final del siglo XVII la persecución comenzó a reducirse en casi en todo el mundo y al principio de XVIII prácticamente cesaron. El último juicio por brujería en Alemania fue en 1749 en Wurzburg, pero en Suiza una niña fue ejecutada como bruja en el cantón protestante de Glarus en 1783.
En los Estados Unidos, Cotton Mather, en su "Maravillas del Mundo Invisible" (1693), cuenta que 9 ejecuciones de brujas ocurrieron en Nueva Inglaterra. En la actualidad Estados Unidos celebra Halloween el 31 de octubre (la víspera del día de todos los santos), en que se recuerdan las historias de brujas de una forma fantasiosa. Se acostumbra a disfrazarse, preferiblemente de brujas, duendes, monstruos o cualquier cosa que de miedo, y se reviven los cuentos de brujas. En el ambiente materialista de la actualidad se hace de todo ello una broma, pero en el fondo opera también un deseo pagano de llenar un vacío espiritual.

No hay pruebas sobre las alegaciones de que algunas mujeres fueron enjuiciadas formalmente en México a finales del siglo XIX (ver Stimmen aus Maria-Laach, XXXII, 1887, p. 378).

Un gran número de ellas confesaron espontáneamente, aparentemente sin amenazas, haber participado, en prácticas satánicas. Además, el pleno reconocimiento de culpa parece constantemente haber sido confirmado justo antes de la ejecución, cuando el acusado no tenía nada que ganar o perder con la confesión. Esto puede atribuirse en muchos casos a razones psicológicas y, claro está, no justifica la práctica de pena de muerte.

Conclusión

Los males que sufre la humanidad son fruto de su apertura al demonio por el pecado. Una forma extrema de esa relación es la brujería. Se llega a pactar con él y a buscar su intervención. La enseñanza de la Biblia, los Padres de la Iglesia y la tradición concuerdan en que la brujería es real y digna de condenación. Jesucristo vino para vencer y atar al demonio. Con frecuencia se enfrentó directamente con él para reprimir su actividad sobre sus víctimas. El tiempo entre la primera y segunda venida del Señor es de gran batalla espiritual y nos involucra a todos.

Por muchos siglos y en muchas naciones, la ignorancia, la crueldad y falta de justos procesos judiciales llevaron a terribles persecuciones, falsas acusaciones y la matanza de muchos acusados de brujería. Hechos injustificados y deplorables.

En la actualidad hemos caído en el extremo opuesto: se niega la realidad de la actividad satánica y, por ende, de la brujería.

Como cristianos debemos seguir el camino de Jesucristo quién rechaza el pecado pero ama al pecador. La enseñanza de Jesús en el caso de la mujer sorprendida en adulterio se aplica también a la brujería como a cualquier pecado. El camino de Jesús no es la condenación al estilo de los que se proponían apedrearla. Tampoco es la actitud de los que hoy pretenden que no existe el pecado. Eso sería abandonarla sumida en su desgracia. El camino de Jesús es el amor que defiende de la crueldad y llama a una vida nueva, libre de pecado. El mal no se vence matando sino ayudando con amor y verdad a salir del pecado. El Señor nos enseña a amar a nuestros enemigos. El amor de Dios es más fuerte que la maldición de todos los brujos del mundo. Una gota de su Preciosa Sangre tiene poder para disipar el más enfurecido ataque diabólico.


BREVIARIO


(Etim. Latín breviarium, un sumario, abreviación.)

Libro litúrgico que contiene el Oficio Divino de la Iglesia Católica o Liturgia de las Horas. Antiguamente las "horas" del oficio estaban en diferentes libros, e.g., el Salterio, el Himnario y el Leccionario. Desde el siglo XII se empezó a combinarlos en un libro para facilitar su uso por los clérigos que debían moverse con frecuencia.

El Concilio de Trento lo reformó y Pío V lo promulgó para todo el clero. Por eso se llegó a llamar el Breviario de Pio V. La reforma de San Pío X, en la bula Divino Afflatu del 1º de noviembre de 1911 facilitó la recitación semanal del salterio. La Sagrada Congregación de Ritos prosiguió la reforma de San Pío X con el decreto del 23 de marzo de 1955 en el que simplificó las fiestas de santos.
El texto completo de la Liturgia de las Horas es publicado en cuatro volúmenes divididos de la siguiente manera: 1-Tiempo de Adviento y Navidad, 2-Tiempo de Cuaresma y Pascua, 3-Primera hasta la decimoséptima semana del Tiempo Ordinario, y 4-Decimoctava hasta la Treinticuatroava semana del Tiempo Ordinario. La versión abreviada en un solo volumen se llama Breviario.

BULA


Imagen: Bula del Papa Urbano VII con el sello (bula) de plomo

Una bula es un documento sellado con plomo sobre asuntos políticos o religiosos en cuyo caso, si está autentificada con el sello papal, recibe el nombre de bula papal o bula pontificia. El nombre bula procede del latín bulla, término que hace referencia a cualquier objeto redondo artificial, y en un principio se utilizaba para referirse a la medalla que portaban al cuello, en la Antigua Roma
, los hijos de las familias nobles hasta el momento en que vestían la toga.

Generalmente se llama bulas a los documentos pontificios que son expedidos por la Cancillería Apostólica papal sobre determinados asuntos de importancia dentro de la administración clerical e incluso civil, constituyéndose en uno de los instrumentos más extendidos en los que se fundamenta y expande la autoridad del pontífice.
Desde un punto de vista formal, la bula es solemne y muy característica. Llevaba un sello de plomo con una cruz en el centro y una representación de San Pedro y San Pablo, mientras que en el reverso se consignaba el nombre del Papa del momento de su publicación y el año del pontificado. Normalmente se envía al arzobispo de la diócesis, quien a su vez la hará llegar a la parroquia. Está escrita en latín y si aparece en castellano es por la traducción hecha desde el arzobispado; en ese caso se la considera una copia.
En cuanto a su contenido, las bulas expresan diversos mandatos en materia de ordenanzas y constituciones, condenaciones doctrinales, concesión de beneficios, juicios de la Iglesia, decretos de indulgencias, de señoríos eclesiásticos, etcétera. Cuando la bula es de extensión y/o importancia menor se denomina breve.

La materia de las bulas es el pergamino y el papiro hasta el siglo XI. Después, solo el pergamino y la vitela. El más antiguo documento papal sobre papiro que se conoce con fecha cierta es una bula del Papa Esteban III (año 757).
La salutación en las bulas se hace a menudo desde Urbano II (1088) con la fórmula In perpetuam o Ad perpetuam rei memoriam, bien que no sea constante hasta el siglo XVI. Desde finales del siglo X hasta principios del siglo XVI se halla muy frecuente la salutación con esta fórmula: Salutem et apostólicam benedictionem, sobre todo, cuando se dirige a uno o pocos destinatarios. El título de Servuus servorum Dei que acompaña al nombre del Pontífice y precede a la salutación dicha data de San Gregorio Magno pero no es definitivo sino desde el siglo XI.
Las fechas de los documentos pontificios seguían en un principio el cómputo por consulados hasta Juan III (año 560) cuando se ponía data (pues en las primitivas antes de San León I, se omitía comúnmente). Desde el siglo VII se fechan con el año del Emperador y de la Indicción romana y desde principios del VIII con el de la Encarnación de Jesucristo cesando de nombrar a los emperadores desde los comienzos del siglo XII. También se añade a la fecha el año que lleva de reinado el Pontífice que emite la bula lo cual es constante desde Clemente III (1187) por lo menos. Contando los años por la Era cristiana se distinguen las bulas de los breves en que las primeras comienzan el año ab incardatione Domini (25 de marzo) y las segundas a Nativitate Domini (25 de diciembre) y llevan la indicación del mes y del día en la forma común u ordinaria.
La letra de las bulas, bastante legibles desde mediados del siglo XI tomó un carácter seudogótico llamado littera Sancti Petri o bollática desde Clemente VIII (1592) y se escribía en forma quebrada y con rasgos que dificultan la lectura sin puntos ni comas, ni acentos ni diptongos. Pero en adelante, por mandato de León XIII (1878) se redactan en letra ordinaria y perfectamente inteligible. Es de notar que la Cancillería romana no tuvo épocas decadentes en la escritura como las tuvieron otras Cancillerías europeas.

Entre los romanos la bulla o bula, era una medalla en forma de esfera usada por los niños libres hasta el momento de dejar de usar la toga pretexta o bien hasta contraer matrimonio. La costumbre parece proceder de Etruria, donde también era llevada por los adultos. Los hijos de las familias nobles y ricas llevaban una bula de oro; los de condición inferior, como los manumitidos, llevaban en su lugar un pedazo de cuero. Cuando llegaban a la adolescencia dejaban los primeros la bula a la vez que la toga pretexta, y generalmente consagraban aquella a los dioses lares o algunas otras divinidades.

Plutarco refiere que la "bulla un medallón en forma de bola y una toga bordada de púrpura" eran el distintivo de los hijos nacidos de la unión de las sabinas raptadas y los primeros romanos. Por su parte Plinio el Viejo relata que el rey romano Tarquino, el Antiguo, otorgó una bulla de oro a su hijo de catorce años por haber matado, en combate, a un sabino. El mismo autor dice que según algunos historiadores había dado antes Rómulo una bula al hijo de Horto, primogénito de las doncellas sabinas, después del robo de ellas, el cual se llamó más adelante Tulio Hostilio.

Posteriormente, durante la Antigüedad Tardía y el Medioevo, se le dio el nombre de Bula a cualquier rescripto de los príncipes, que llevase un sello de oro, plata o plomo, El hecho de presentarse abierta y sellada, en lugar de firmada y cerrada como los documentos enviados a particulares, resaltaba su carácter de documento público. Ya desde el siglo VI se comenzó a utilizar un sello circular, generalmente de plomo aunque en ocasiones muy solemnes podía utilizarse el oro, como medio de autentificar ciertos documentos; se lo llamó bula por asemejarse a las usadas por los niños o por ciertas tablas que se exponían al público, en las cuales constaban los días festivos, y tenían el mismo nombre. En los primeros tiempos cabe destacar que este sello, y no el documento en sí mismo, recibía el nombre de Bula. La palabra bula se utilizó durante la Edad Media para los edictos de los soberanos, en especial los del Imperio, pero también a los acuerdos entre diversos príncipes; hasta que, por último, vino a aplicarse exclusivamente a los escritos de los papas sobre algún asunto de importancia doctrinal o disciplinaria.

Bula papal:

En el caso de tratarse de un documento papal, la bula llevaba impresa en el anverso el nombre del Papa bajo cuyo pontificado se emitía el documento, y en el reverso las inscripciones SPE y SPA divididas por una cruz, siglas que hacían referencia a San Pedro y San Pablo.
Esta bula o sello se unía, por medio de una cuerda de cáñamo o de una cinta de seda roja o amarilla, al documento que hasta el siglo XI era de papiro lo que explica los pocos originales que se han conservado, quedando en muchos casos sólo el propio sello de plomo. A partir de ese siglo el papiro fue sustituido por el pergamino y posteriormente se usó el papel.
A partir del siglo XIII el término bula deja de hacer referencia al sello para pasar a describir al propio documento sobre el que se colocaba y, a partir del siglo XV, deja de hacer referencia a cualquier documento papal para reservarse a las cartas apostólicas relativas a materia de fe o interés general, concesión de gracias y privilegios, o asuntos judiciales o administrativos expedidos por la cancillería apostólica.
En estos casos la bula comenzaba con el nombre del Papa sin el numeral, seguido de su dignidad de Episcopus (obispo) y del título Servus Servorum Dei (siervo de los siervos de Dios). Así por ejemplo si una bula es publicada por el actual Papa, la misma estará encabezada por el siguiente texto:
Benedictus, Episcopus, Servus Servorum Dei.
En el siglo XVIII el sello de plomo fue sustituido por la estampación de lacre rojo.
Las bulas son enrolladas o dobladas y aseguradas con un sello, para que no sean leídas por nadie hasta llegar a su destinatario. Cuando una bula es demasiado importante, se le añade otro sello dorado, y se llama Bula Áurea.
Las bulas publicadas hasta el siglo XII eran firmadas exclusivamente con el Papa, que desde esa época empezó a utilizar la fórmula Ego, N N, catholice ecclesie episcopus SS. Después fueron también firmadas por los cardenales.
Las bulas son conocidas por las dos o tres primeras palabras del texto que expone los asuntos tratados.
La bula más notable, sin duda, bien que puede decirse múltiple, y cuyo origen se desconoce, es la llamada Bulla in Coena Domini, porque se leía públicamente el día de Jueves Santo por un cardenal diácono en presencia del papa, acompañado de los demás cardenales y obispos.
Contenía una excomunión contra todos los herejes, contumaces y desobedientes a la santa sede, y después de leída, arrojaba el papa una tea encendida a la plaza pública, en señal de fulminar el anatema. En la bula del papa Paulo III, del año 1536, se expresaba ser costumbre antigua de los soberanos pontífices, publicar esta excomunión el día de Jueves Santo, por conservar la pureza de la religión cristiana, y mantener la unión de los fieles; pero no se hablaba en ella del origen de la ceremonia. Las principales partes de la referida bula concernían a los herejes y a sus factores, a los piratas y corsarios, a los que impusieran nuevos peajes, a los que falsificasen bulas y demás cartas apostólicas, a los que maltratasen a los prelados de la iglesia, a los que turbasen o quisiesen restringir la jurisdicción eclesiástica, aun con el pretexto de impedir algunas violencias, fuesen consejeros o procuradores generales de los príncipes seculares, a los que usurpasen los bienes de la iglesia, etc. Todas estas cosas estaban reservadas al papa, y ningún sacerdote podía absolver de ellas, sino en el artículo de la muerte. Estas bulas encontraron una vigorosa resistencia en todos los príncipes cristianos, y cesaron desde el año 1770, en el pontificado de Clemente XIV, aunque con algunas reservas que se depositaron en el Vaticano, y que han continuado sus sucesores.

Lista de bulas

[editar]siglo XII
1120, Sicut Judaeis de Calixto II, por la que se protege a los judíos y se prohíbe su conversión forzosa.
1136, Ex commisso nobis de Inocencio II, por la que se confirma la independencia de la Iglesia polaca
1139, Omne datum optimum de Inocencio II, por la que reconoce la Orden del Temple.
1144, Milites Templi, de Celestino II, por la que se ordena al clero la protección y el sostenimiento de la Orden del Temple.
1145, Militia Dei de Eugenio III, por la que se confirma la independencia de la Orden del Temple de clero secular.
1145, Quantum praedecessores, de Eugenio III, por la que se convoca la Segunda Cruzada.
1155, Laudabiliter, de Adriano IV, por la que se reconoce el señorío de Enrique II de Inglaterra sobre Irlanda.
1185, Post Miserabile de Urbano III, por la que se reconocen privilegios a los futuros cruzados..
1187, Audita tremendi, de Gregorio VIII, por la que se convoca la Tercera Cruzada.
1192, Cum universi de Celestino III, sobre la Iglesia escocesa.
[editar]siglo XIII
1205, Etsi non dispaceat de Inocencio III, por la que se realizan una serie de acusaciones sobre los judíos franceses.
1213, Quia maior, de Inocencio III, por la que se convoca la Cuarta Cruzada.
1216, Religiosam vitam, de Honorio III, por la que se aprueba la Regla de la Orden dominica.
1218, In generali concilio de Honorio III, por la que se ordena la ejecución de las decisiones del IV Concilio de Letrán.
1219, Super speculam, de Honorio III, por la que se prohíbe la enseñanza del Derecho Civil a la Universidad de París.
1223, Solet annuere, de Honorio III, por la que se aprueba la Regla de la Orden franciscana.
1226, Ut vivendi norma, de Honorio III, por la que se aprueba la Regla de la Orden carmelita.
1231, Parens scientiarum, de Gregorio IX, por la que se reconoce la independencia de la Universidad de París tras la huelga de 1229.
1232, Ille humani generis, de Gregorio IX, por la que se confía la Inquisición a la Orden dominica.
1233, Etsi Judaeorum, de Gregorio IX, por la que se requiere a los prelados a prevenir los ataques cristianos a los judíos.
1233, Licet ad capiendos, de Gregorio IX, por la que crea la Inquisición.
1234, Rex Pacificus, de Gregorio IX, por la que se promulga el Liber extra, también llamado Decretales de Gregorio IX, como compilación del Corpus Iuris Canonici, de carácter exclusivo y excluyente.
1235, Devotionis vestrae, de Gregorio IX, por la que se aprueba la Orden de la Merced
1239, Si vera sunt, de Gregorio IX, por la que se establece la confiscación e inspección de los libros del Talmud por los prelados de España y Francia.
1247, Lachrymabilem Judaeorum, de Inocencio IV.
1252, Ad extirpanda, de Inocencio IV, por la que se legitima la tortura como medio de confesión de los heréticos.
1254, Querentes in agro, de Inocencio IV, por la que se reconoce el patronazgo de la Santa Sede sobre la Universidad de Oxford.
1267, Turbato corde, de Clemente IV.
1274, Ubi Periculum, de Gregorio X.
1296, Clericis laicos, de Bonifacio VIII, por la que se prohibía al poder temporal apoderarse de los bienes del clero.
1298, Sacrodanctae Romanae, de Bonifacio VIII, por la que se promulgaba el Liber sextus del Corpus Iuris Canonici, que se adhería a las Decretales de Gregorio IX.
1299, De sepulturis, de Bonifacio VIII, por la que se prohibía el desmembramiento de los muertos para llevarse los huesos y ser enterrados en otros lugares.
[editar]siglo XIV
1301, Ausculta, fili, de Bonifacio VIII, por la que se proclama la superioridad del poder espiritual sobre el temporal y se convoca a Felipe IV de Francia a que comparezca ante el Concilio de Roma.
1302, Unam Sanctam, de Bonifacio VIII por la que se afirma la superioridad del poder espiritual sobre el poder político.
1307, Pastorales praeminentiae, de Clemente V, por la que se ordenó el arresto de los Templarios y la confiscación de sus bienes.
1308, Fasciens misericordiam, de Clemente V, por la que se definieron las acusaciones contra los Templarios.
1308, Regnans in coelis, de Clemente V, por la que se convoca el Concilio de Vienne.
1312, Vox in Excelsi, de Clemente V, por la que se suprime la Orden del Temple.
1312, Ad providam, de Clemente V, por la que se transfieren los bienes de la Orden del Temple a la Orden de los Hospitalarios.
1312, Considerantes dudum, de Clemente V, por la que se establece la situación jurídica de los antiguos templarios dividiéndolos en tres categorías.
1312, Nuper in concilium, de Clemente V.
1312, Licet dudum, de Clemente V.
1312, Dudum in generali concilio, de Clemente V.
1313, Licet pridem, de Clemente V.
1317, Sane considerante, de Juan XXII, por la que la diócesis de Toulouse se convierte en arzobispado.
1323, Cum inter nonnullos, de Juan XXII, por la que se rebate la doctrina franciscana sobre la pobreza de Cristo.
1336, Benedictus Deus de Benedicto XII sobre la visión beatífica, según la cual los fallecidos en gracia de Dios gozan de su visión hasta el Juicio Final.
[editar]siglo XV
1439, Laetantur Coeli, de Juan XXII, por la que se reunifican las Iglesias de Oriente y Occidente tras el Concilio de Florencia.
1452, Dum diversas, de Nicolás V, por la que se autoriza a Alfonso V de Portugal a esclavizar a los infieles de África Occidental.
1455, Romanus Pontifex, de Nicolás V, que completa la bula Dum diversas autorizando la conquista y la esclavización de todos los pueblos situados al sur del Cabo Bojador.
1456, Inter caetera, de Calixto III.
1460, Execrabilis, de Pío II.
1470, Ineffabilis providentia , de Pablo II por la que se estableció el plazo entre jubileos en ventincinco años.
1478, Exigit sincerae devotionis, de Sixto IV, por la que se concede a los Reyes Católicos la creación de la Inquisición española.
1481, Aeterni regis, de Sixto IV, por la que se confirma el Tratado de Alcáçovas.
1484, Summis desiderantes, de Inocencio VIII, por la que afirma la necesidad de suprimir la herejía y la brujería en el valle del Rin.
1486, Ortodoxae fidei por la que Inocencio VIII concede a los Reyes Católicos el derecho de presentación para todas las iglesias y monasterios nuevos y todos los otros beneficios, menores y mayores del Reino de Granada próximo a ser conquistado.
1493, Inter caetera, Eximiae devotionis y segunda Inter caetera, de Alejandro VI, por las que se dividen los territorios del Atlántico entre Castilla y Portugal.
1493, Dudum siquidem, de Alejandro VI, por las que se conceden a Castilla los territorios que descubra en Asia.
1493, Piis Fidelium, de Alejandro VI, por la que se envían misiones al Nuevo Mundo.
[editar]siglo XVI
1512, Pastor Ille Caelestis, por Julio II. Promulgada a finales del mes de julio. Fue la excusa de Fernando el Católico para invadir Navarra.
1513, Exigit Contumacium, promulgada el 18 de febrero, por Julio II, excomulgando a los reyes de Navarra como implicados en el cisma de la iglesia.
1513, Apostolici Regiminis, de León X.
1514, Supernae, de León X, por la que los cardenales se sitúan en la jerarquía eclesiástica inmediatamente después del Papa.
1520, Exsurge Domine, de León X, por la que se condenan las tesis sostenidas por Martín Lutero.
1521, Decet Romanum Pontificem, de León X, por la que se excomulga a Martín Lutero.
1536, In Coena Domini, de Pablo III, por la que se pronuncia una excomunión general contra todos los heréticos
1537, Sublimus Dei, de Pablo III, por la que se reconocían a los indios americanos como “auténticos hombres” y se denunciaba su esclavitud.
1538, In Apostolatus Culmine, de Pablo III, por la que se fundaba la Primera Universidad de América en Santo Domingo.
1540, Regimini militantis, de Pablo III, por la que se establece la Orden Jesuita.
1543, Injunctum nobis, de Pablo III, por la que se realiza una nueva aprobación de la Orden Jesuita.
1543, Exposcit debitum, de Julio III
1555, Cum nimis absurdum, de Pablo IV, por la que se establece el getto judío de Roma.
1559, Cum ex apostolatus officio, de Pablo IV, por la que se establece que sólo entre los católicos pueden elegirse los papas.
1564, Index librorum prohibitorum, de Pío IV, por la que se establece el Índice de libros prohibidos.
1565, Aequum reputamus, de Pío IV.
1567, De salutis gregi Dominici, de Pío V, por la que se condenan oficialmente las corridas de toros, bajo pena de excomunión a perpetuidad a sus participantes.
1568, In Coena Domini, de Pío V.
1570, Regnans in Excelsis, de Pío V, por la que se declara herética a Isabel I de Inglaterra.
1582, Inter gravissimas, de Gregorio XIII, por la que reforma el calendario estableciéndose el calendario gregoriano.
1586, Coeli et terrae creator, de Urbano VIII, por la que se condena oficialmente la astrología.
1588, Immensa Aeterni Dei, de Sixto V.
[editar]siglo XVII
1621, Aeterni Patris Filius, de Gregorio XV.
1622, Decet Romanorum Pontificem, de Gregorio XV.
1622, Inscrutabili divinae providentiae, de Gregorio XV.
1648, Zelo domus Dei, de Inocencio X, por la que condena la paz de Westfalia.
1649, Appropinquat dilectissima filii, de Inocencio X, por la que se proclama 1650 como año jubilar.
1653, Cum occasione, de Inocencio X, por la que se condena el jansenismo.
1656, Gratia Divina, de Alejandro VII, por la que se define la herejía, instaura el procedimiento inquisitorial e instaura la delación.
1665, Ad Sacram, de Alejandro VII, por la que se establecía un formulario de adhesión a la condena jansenista de obligada firma para todos los eclesiásticos.
1692, Romanum decet Pontificem, de Inocencio XII, por la que se prohíbe la cesión de territorios, cargos o prebendas a los parientes del papa.
[editar]siglo XVIII
1713, Unigenitus, de Clemente XI, por la que se condena el jansenismo.
1725, In Apostolicae Dignitatis Solio, de Benedicto XIII, por la que se aprueba el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Lasallistas).
1738, In eminenti, de Clemente XII, por la que se condena la francmasonería y se excomulga a sus miembros.
1740, Ad eradicandum de Benedicto XIV, por la que se condena el abuso en la administración del Santo Sacramento de la Penitencia.
1745, Suprema Omnium Ecclesiarium de Benedicto XIV, contra los sigilistas o confesores que preguntan a los penitentes los nombres de sus cómplices.
1746, Ubi Primum de Benedicto XIV, por la que confirma la bula Suprema Omnium y se imponen penas a los contraventores vía el Santo Oficio de la Inquisición.
[editar]siglo XIX
1814, Sollicitudo omnium ecclesiarum, de Pío VII, por la que se restablece la orden jesuita tras su supresión.
1822, Paternae Caritatis, de Pío VII, por la que se restituyen varias diócesis en Francia.
1840, Ubi Primum, de Gregorio XVI, por la que se crea la Diócesis de San Carlos de Ancud en Chile.
1850, Universalis Ecclesiae, de Pío IX, por la que se establece la jerarquía de la Iglesia Católica en Inglaterra.
1854, Ineffabilis Deus, de Pío IX, por la que se define el dogma de la Inmaculada Concepción.
1868, Aeterni Patris, de Pío IX, por la que se convoca el Concilio Vaticano I.
1869, Apostolicæ Sedis Moderationi, de Pío IX.
1871, Pastor aeternus de Pío IX, por la que se define el dogma de la infalibilidad papal.
1880, Dolemos inter alia, de León XIII.
1896, Apostolicae Curae, de León XIII.
[editar]siglo XX
1910, Quam singulari, de Pío X, por la que se declara la admisión de los niños al sacramento de la eucaristía a partir de los siete años.
1950, Munificentissimus Deus de Pío XII, por la que se define el dogma de la asunción de María.
1961, Humanae salutis, de Juan XXIII, por la que se convoca el Concilio Vaticano II.
1962, Crimen sollicitationis, de Juan XXIII, enviada vía interna a los obispados, por la que se obliga a estos a guardar silencio ante casos de abusos sexuales a menores.
1965, Dei Verbum, de Pablo VI.
1974, Apostolorum limina, de Pablo VI.
1998, Incarnationis mysterium, de Juan Pablo II.
[editar]siglo XXI
2001, De delictis gravioribus, de Juan Pablo II, modificación del Crimen solicitationis


BUDISMO



El fundador del budismo buscaba una salida ante el sufrimiento de este mundo por medio de la iluminación. No estaba interesado en buscar a Dios ni fundar una religión. Mas tarde el budismo se diversificó en muchas vertientes, algunas místicas y filosóficas, como el Zen y, en el otro extremo, las tendencias supersticiosas, como los que frotan la barriga de los budas para obtener buena suer
te. Algunos de los maestros budistas son considerados reencarnaciones de dioses. 

Dios, en la plenitud de los tiempos, envió a Su Hijo único para Salvarnos. Jesucristo es la plenitud de la revelación de Dios. Una vez lo hemos conocido no debemos volver atrás. Nada ni nadie puede añadir ni superar la revelación divina en Jesucristo. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.

Buda profetizó la venida de Jesucristo

Según las escrituras sagradas budistas, en el Diamante Sutra, Buda mismo profetizó: "500 años después de mi muerte aparecerá Uno que colmará toda justicia, Uno que tiene en el la raíz no solo de uno o de dos o de tres o de cinco o de diez o de mil Budas, sino de diez mil Budas. Por lo tanto, cuando el venga escúchenlo". 544 años después de la muerte de Buda nació en Belén Jesucristo, el Príncipe de la Paz. No es de extrañar, escribe Lim Cheow Kam, que los budistas familiarizados con el Evangelio dicen que la profecía de Buda se ha cumplido en Jesucristo. 

-Fuente: This Apocaliptic Age, Robert Bergin, pg. 102.

Cruzando el Umbral de la Esperanza
Juan Pablo II

Capítulo 14: ¿Buda?

PREGUNTA 

Antes de pasar al monoteísmo, a las otras dos religiones (judaísmo e islamismo), que adoran a un Dios único, quisiera pedirle que se detuviera aún un poco en el budismo. Pues, como Usted bien sabe, es ésta una «doctrina salvífica» que parece fascinar cada vez más a muchos occidentales, sea como «alternativa» al cristianismo, sea como una especie de «complemento», al menos para ciertas técnicas ascéticas y místicas.

RESPUESTA 

Sí, tiene usted razón, y le agradezco la pregunta. Entre las religiones que se indican en Nostra aetate, es necesario prestar una especial atención al budismo, que según un cierto punto de vista es, como el cristianismo, una religión de salvación. Sin embargo, hay que añadir de inmediato que la soteriología del budismo y la del cristianismo son, por así decirlo, contrarias.

En Occidente es bien conocida la figura del Dalai-Lama, cabeza espiritual de los tibetanos. También yo me he entrevistado con él algunas veces. Él presenta el budismo a los hombres de Occidente cristiano y suscita interés tanto por la espiritualidad budista como por sus métodos de oración. Tuve ocasión también de entrevistarme con el «patriarca» budista de Bangkok en Tailandia, y entre los monjes que lo rodeaban había algunas personas provenientes, por ejemplo, de los Estados Unidos. Hoy podemos comprobar que se está dando una cierta difusión del budismo en Occidente.

La soteriología del budismo constituye el punto central, más aún, el único de este sistema. Sin embargo, tanto la tradición budista como los métodos que se derivan de ella conocen casi exclusivamente una soteriología negativa.

La «iluminación» experimentada por Buda se reduce a la convicción de que el mundo es malo, de que es fuente de mal y de sufrimiento para el hombre. Para liberarse de este mal hay que liberarse del mundo; hay que romper los lazos que nos unen con la realidad externa, por lo tanto, los lazos existentes en nuestra misma constitución humana, en nuestra psique y en nuestro cuerpo. Cuanto más nos liberamos de tales ligámenes, más indiferentes nos hacemos a cuanto es el mundo, y más nos liberamos del sufrimiento, es decir, del mal que proviene del mundo.

¿Nos acercamos a Dios de este modo? En la «iluminación» transmitida por Buda no se habla de eso. El budismo es en gran medida un sistema ..ateo». No nos liberamos del mal a través del bien, que proviene de Dios; nos liberamos solamente mediante el desapego del mundo, que es malo. La plenitud de tal desapego no es la unión con Dios, sino el llamado nirvana, o sea, un estado de perfecta indiferencia respecto al mundo. Salvarse quiere decir, antes que nada, liberarse del mal haciéndose indiferente al mundo, que es fuente de mal. En eso culmina el proceso espiritual.

A veces se ha intentado establecer a este propósito una conexión con los místicos cristianos, sea con los del norte de Europa (Eckart, Taulero, Suso, Ruysbroeck), sea con los posteriores del área española (santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz). Pero cuando san Juan de la Cruz, en su 
Subida del Monte Carmelo y en la Noche oscura, habla de la necesidad de purificación, de desprendimiento del mundo de los sentidos, no concibe un desprendimiento como fin en sí mismo: «[...] Para venir a lo que no gustas, / has de ir por donde no gustas. / Para venir a lo que no sabes, / has de ir por donde no sabes. / Para venir a lo que no posees, / has de ir por donde no posees. [...]» (Subida del Monte Carmelo, I,13,11). Estos textos clásicos de san Juan de la Cruz se interpretan a veces en el este asiático como una confirmación de los métodos ascéticos propios de Oriente. Pero el doctor de la Iglesia no propone solamente el desprendimiento del mundo. Propone el desprendimiento del mundo para unirse a lo que está fuera del mundo, y no se trata del nirvana, sino de un Dios personal. La unión con Él no se realiza solamente en la vía de la purificación, sino mediante el amor.

La mística carmelita se inicia en el punto en que acaban las reJlexiones de Buda y sus indicaciones para la vida espiritual. En la purificación activa y pasiva del alma humana, en aquellas específicas noches de los sentidos y del espiritu, san Juan de la Cruz ve en primer lugar la preparación necesaria para que el alma humana pueda ser penetrada por la llama de amor viva. Y éste es también el título de su principal obra: Llama de amor viva.

Así pues, a pesar de los aspectos convergentes, hay una esencial divergencia. La mzstica cristiana de cualquier tiempo -desde la época de los Padres de la Iglesia de Oriente y de Occidente, pasando por los grandes teólogos de la escolástica, como santo Tomás de Aquino, y los místicos noreuropeos, hasta los carmelitas- no nace de una «iluminación» puramente negativa, que hace al hombre consciente de que el mal está en el apego al mundo por medio de los sentidos, el intelecto y el espíritu, sino por la Revelación del Dios vivo. Este Dios se abre a la unión con el hombre, y hace surgir en el hombre la capacidad de unirse a Él, especialmente por medio de las virtudes teologales: la fe, la esperanza y sobre todo el amor.

La mística cristiana de todos los siglos hasta nuestro tiempo -y también la mística de maravillosos hombres de acción como Vicente de Paul, Juan Bosco, Maximiliano Kolbe- ha edificado y constantemente edifica el cristianismo en lo que tiene de más esencial. Edifica también la Iglesia como comunidad de fe, esperanza y caridad. Edifica la civilización, en particular, la «civilización occidental», marcada por una positiva referencia al mundo y desarrollada gracias a los resultados de la ciencia y de la técnica, dos ramas del saber enraizadas tanto en la tradición filosófica de la antigua Grecia como en la Revelación judeocristiana. La verdad sobre Dios Creador del mundo y sobre Cristo su Redentor es una poderosa fuerza que inspira un comportamiento positivo hacia la creación, y un constante impulso a comprometerse en su transformación y en su perfeccionamiento.

El Concilio Vaticano II ha confirmado ampliamente esta verdad: abandonarse a una actitud negativa hacia el mundo, con la convicción de que para el hombre el mundo es sólo fuente de sufrimiento y de que por eso nos debemos distanciar de él, no es negativa solamente porque sea unilateral, sino también porque fundamentalmente es contraria al desarrollo del hombre y al desarrollo del mundo, que el Creador ha dado y confiado al hombre como tarea.

Leemos en la Gaudium et Spes: «El mundo que [el Concilio] tiene presente es el de los hombres, o sea, el de la entera familia humana en el conjunto de todas las realidades entre las que vive; el mundo, que es teatro de la historia del género humano, y lleva las señales de sus esfuerzos, de sus fracasos y victorias; el mundo que los cristianos creen que ha sido creado y conservado en la existencia por el amor del Creador, mundo ciertamente sometido bajo la esclavitud del pecado pero, por Cristo crucificado y resucitado, con la derrota del Maligno, liberado y destinado, según el propósito divino, a transformarse y a alcanzar su cumplimiento» (n. 2).

Estas palabras nos muestran que entre las religiones del Extremo Oriente, en particular el budismo, y el cristianismo hay una diferencia esencial en el modo de entender el mundo. El mundo es para el cristiano criatura de Dios, no hay necesidad por tanto de realizar un desprendimiento tan absoluto para encontrarse a sí mismo en lo profundo de su íntimo misterio. Para el cristianismo no tiene sentido hablar del mundo como de un mal «radical», ya que al comienzo de su camino se encuentra el Dios Creador que ama la propia criatura, un Dios «que ha entregado a su Hijo unigénito, para que quien crea en Él no muera, sino que tenga la vida eterna» (Juan 3,16).

No está por eso fuera de lugar alertar a aquellos cristianos que con entusiasmo se abren a ciertas propuestas provenientes de las tradiciones religiosas del Extremo Oriente en materia, por ejemplo, de técnicas y métodos de meditación y de ascesis. En algunos ambientes se han convertido en una especie de moda que se acepta de manera más bien acrítica. Es necesario conocer primero el propio patrimonio espiritual y reflexionar sobre si es justo arrinconarlo tranquilamente. Es obligado hacer aquí referencia al importante aunque breve documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe «sobre algunos aspectos de la meditación cristiana» (15.X.1989). En él se responde precisamente a la cuestión de «si y cómo» la oración cristiana «puede ser enriquecida con los métodos de meditación nacidos en el contexto de religiones y culturas distintas» (n. 3).

Cuestión aparte es el renacimiento de las antiguas ideas gnósticas en la forma de la llamada New Age. No debemos engañarnos pensando que ese movimiento pueda llevar a una renovación de la religión. Es solamente un nuevo modo de practicar la gnosis, es decir, esa postura del espíritu que, en nombre de un profundo conocimiento de Dios, acaba por tergiversar Su Palabra sustituyéndola por palabras que son solamente humanas. La gnosis no ha desaparecido nunca del ámbito del cristianismo, sino que ha convivido siempre con él, a veces bajo la forma de corrientes filosóficas, más a menudo con modalidades religiosas o pararreligiosas, con una decidida aunque a veces no declarada divergencia con lo que es esencialmente cristiano.


BRAZO DE DIOS


El poder de Dios. Los débiles y los oprimidos sienten el brazo de Dios como defensa; los opresores sienten todo su peso.

BONDAD



La bondad es uno de los Frutos del Espíritu Santo. Es la inclinación que lleva a ocuparse de los demás y a que participen de lo que uno tiene.Atención hacia los que están en necesidad. Se demuestra en la forma de hablar, en la generosidad de la conducta en el perdón de las injurias. 

Todo lo bueno viene de la bondad de Dios: "¿desprecias, tal vez, sus riquezas de bondad, de paciencia y de
 longanimidad, sin reconocer que esa bondad de Dios te impulsa a la conversión? -Romanos 2:4

Si nos difaman, respondemos con bondad. Hemos venido a ser, hasta ahora, como la basura del mundo y el desecho de todos. -I Corintios 4:13"

En pureza, ciencia, paciencia, bondad; en el Espíritu Santo, en caridad sincera" -II Corintios 6:6

"La bondad es lo que importa, pues es el bálsamo que pone un poco de suavidad en cualquier amarga llaga". -San Pío X